martes, 19 de marzo de 2013


Bodegas: camino a la reinvención

Tras una década de crecimiento en exportaciones, la pérdida de competitividad y la suba de costos hace que el sector vuelva a centrarse en el mercado doméstico. El impulso a las boutique y la creación de la marca Vino Turista apuntan a motorizar un rubro dominado por pymes y empresas familiares.

Junto con el tango y el fútbol, el malbec va camino a convertirse en un ícono de la argentinidad. La industria del vino, una de las más antiguas del país (los primeros viñedos y bodegas datan de 1530), experimentó una gran transformación en las últimas cuatro décadas. En los años ‘70, el 60% del vino que se producía y consumía era “común” o “de mesa” y, hoy, esa proporción corresponde a los vinos finos y varietales. También las exportaciones fueron creciendo y, en ese mismo lapso, se pasó de menos de un 10% de la producción destinada a los mercados externos, al 28% actual.
Actualmente, funcionan en el país unas 950 bodegas, de las cuales “el 90% son pymes”, destaca Guillermo García, presidente del Instituto Nacional de Vitivinicultura (INV). “Salvo una decena de marcas que pertenecen a grandes grupos económicos, el resto de las bodegas son típicamente familiares”, apunta García. El sector produce más de 1.000 millones de litros anuales, factura $ 10.000 millones por ventas en el mercado doméstico y ocupa a unas 110.000 personas, principalmente en la provincia de Mendoza, que concentra el 70% de la producción y el 90% de las exportaciones. Aunque los mercados internacionales seducen a buena parte de los productores, la realidad es que la crisis de las economías más desarrolladas y un tipo de cambio que ya no es tan favorable como hace una década configuran hoy un escenario más complicado para exportar. “Hoy, hay mayores oportunidades de crecimiento en el mercado doméstico”, afirma el director del INV. El consumo interno de vino se sitúa en la actualidad en los 25 litros per cápita por habitante, y la idea es recuperar el máximo histórico (allá por los años 50 y 60) en que se tomaban 42 litros anuales por persona.
Una de las iniciativas lanzadas recientemente desde el INV para recuperar el consumo interno es la creación de la marca Vino Turista. El objetivo es ofrecer a los consumidores la posibilidad de acceder a un vino de calidad, genérico o varietal, en cualquier restaurante o casa de comidas del país, por un precio aproximado de $ 25. Las variedades disponibles son blancos, tintos y rosados en cepas como syrah y bonarda, y próximamente malbec, la marca país.
Vino para quedarse
Esta nueva categoría de vino, que sólo se venderá en restaurantes y locales gastronómicos, contará con un control de calidad previo a su despacho al mercado. “No competirá con las marcas ya existentes, sino que la idea es ganar mercado entre consumidores que, por una cuestión de costos, no piden vino cuando salen a comer afuera, y ahora podrán hacerlo”, destaca García, del INV.
Hasta el momento, una docena de bodegas se han sumado a la iniciativa, destinando alguna de sus marcas a esta categoría, como es el caso de Cruz del Sur, elaborado por la Federación de Cooperativas de Viñateros Fecovita; o bien, lanzando una nueva línea de vinos, como Etnia, de la bodega del mismo nombre, y Terrenal, elaborado por un grupo de cinco bodegas mendocinas.
La idea es sumar a más bodegas pymes, con la única restricción de que no pueden destinar a esta categoría más de 2 millones de litros anuales. “Se trata de un negocio de volumen, en el que la alta rotación compensa al margen bajo”, señala el presidente del INV. Por cada botella de $ 25, $ 12,50 son para el restaurante, $ 2,50 para el distribuidor y $ 10 para el productor, quien con esto debe cubrir los costos de insumos (botellas, etiqueta, elaboración del vino y los impuestos).
Los restaurantes tendrán la obligación de exhibir el vino turista en sus cartas, indicando el precio. En cuanto a las botellas, llevarán la denominación Vino Turista o Turista Varietal junto con la marca, más el aditamento de la provincia de origen. La etiqueta también deberá incorporar el isologo “Vino Argentino – Bebida Nacional” y la leyenda “consumir preferentemente antes de” una fecha sugerida por la misma bodega.
En esta primera etapa, que se anunció durante la Fiesta de la Vendimia, se comenzó a difundir la iniciativa en locales gastronómicos de los principales destinos turísticos argentinos: fuertemente en Mendoza, y también en Buenos Aires, Villa Carlos Paz y Mar del Plata. La meta es llegar a las mesas de más de 30.000 restaurantes de todo el país.
Tradición riojana
Desde 1940, Bodegas La Riojana produce vinos en el Valle de Famatina. La cooperativa fue fundada por siete productores y hoy agrupa a 496, con una facturación de $ 250 millones y un volumen de 40 millones de litros, que representa el 80% de la producción de vinos de La Rioja.
En 2003, buscando diversificar y ampliar su producción, la cooperativa sumó a una bodega de Tupungato, Mendoza, con una producción de 5 millones de litros. Además de vinos, La Riojana produce jugo de uva y aceite de oliva. En la firma trabajan 320 personas, y en tiempos de cosecha emplea a 1.300 más. A estos se suma el personal que trabaja en las fincas y los proveedores de servicios, con lo que la cooperativa involucra a unas 2.000 familias en su actividad.
A fines de los ‘90, comenzó a exportar, y hoy los vinos de La Riojana llegan a más de 20 países, principalmente Reino Unido, Suecia, Países Bajos, Estados Unidos, Canadá, Brasil y Asia. La cooperativa cuenta con una certificación internacional de Comercio Justo (FLOI: Fairtrade Labelling Organizations International), y las ganancias obtenidas por su comercio exterior son reinvertidas en proyectos educativos, de salud, desarrollo cultural y protección ambiental en la comunidad.
Del patero al casero
En la región de Cuyo, y el Noroeste, la elaboración de vino es una tradición familiar, al punto de que cada familia produce el suyo, para autoconsumo y una pequeña porción para vender. Los llamados vinos caseros corresponden a producciones de menos de 4.000 litros al año. La categoría siguiente, según el INV, son los vinos artesanales, de hasta 12.000 litros anuales.
Con el objetivo de profesionalizar su elaboración, el INTA, junto con los municipios y productores locales, impulsó la creación de grupos a los que se brinda capacitación en la parte productiva y comercialización, y acceso a financiación para compra de maquinaria y posicionamiento de marca.
La Asociación de Productores de Vinos Caseros de Maipú es uno de estos grupos, conformado por 25 productores familiares. “No llegan a ser bodegas, porque elaboran el vino en sus casas, pero en los últimos años han incorporado tecnología. Antes, se molía la uva con los pies y ahora se hace con prensas. También han adquirido tanques de fermentación y despalilladoras que, a veces, son propias y otras, de uso común”, señala el ingeniero agrónomo Germán Aguado, asesor técnico del INTA.
“Empezamos en 2007, con el apoyo del area de Industria de la Direccion de Desarrollo Económico de la Municipalidad de Maipú, y logramos un cambio en la dinámica de estos productores familiares. Antes el 90% de la producción era para autoconsumo y sólo se vendía un 10% y ahora la ecuación es al revés”, señala Aguado
Uno de los objetivos del grupo es lograr una diferenciación del producto. “Estos vinos están dirigidos a un público que, además de degustar un vino, se interesa por conocer la historia que hay detrás de él”, dice el técnico del INTA. “Se ha abierto un canal de comercialización increíble a través de Facebook, por donde llegan pedidos de todo el país. Este tipo de vinos no se pueden exportar, dado que no cuentan con la estampilla de libre circulación del INV. Sin embargo, hay mucho mercado interno por ganar”, afirma.
Familia de pura cepa
En 1950, el ingeniero Alberto Zuccardi se instaló en Mendoza para trabajar en el desarrollo de nuevos sistemas de riego. Entonces, como hoy, la escasez de agua es un problema estratégico en Cuyo. En 1963, la bodega Zuccardi implantó un viñedo en la zona de Maipú para mostrar a los productores el sistema de riego por él había creado, sin saber que este sería el inicio de una nueva tradición familiar: la producción de vinos. Cinco años más tarde, inició la construcción de la bodega. Ya en 1976, su hijo José Alberto se sumó al emprendimiento familiar en el que ya trabajaba su mujer, Emma, y a partir de los años ‘80, los Zuccardi reconvirtireon sus viñedos, apuntando a varietales de alta calidad. Esta decisión estratégica dio lugar a la marca Santa Julia. Una década después, la bodega lanzó su primera línea de vinos premium, Zuccardi Q, en sus varietales tempranillo, cabernet sauvignon y chardonnay.
El 70% de la producción se realiza con uvas de cinco viñedos propios y el 30% restante de otros productores.
Más del 50% de la facturación de la bodega proviene de las exportaciones, iniciadas en la década del ‘90. Los principales destinos son Reino Unido, Estados Unidos y Bélgica, además de mercados no tradicionales como Hong Kong, Rusia, China, Singapur y Corea.
En el año 2000, la firma incorporó nuevos viñedos en el Valle de Uco, a cargo de Sebastián, el mayor de los tres hijos de José Alberto. En 2001, la bodega mendocina fue la primera en inaugurar una Casa del Visitante, donde ofrecen al turista paseos en bicicleta o en globo, y la posibilidad de cosechar el propio vino.
Desde 2004, Miguel, el menor de la tercerca generación, inició la elaboración de aceite de oliva varietal.
Enfocada en la innovación, la bodega fue pionera en introducir cepas como viognier, caladoc, ancellotta y marselán. También desarrolló el primer vino tardío en el país y el primer malbec fortificado.
Hoy, la bodega está virando hacia la agricultura orgánica y la producción sustentable, con un sistema integral de reciclado de residuos y la incorporación de fuentes renovables de energía.
El cambio climático llegó
La vitivinicultura es una de las actividades más afectadas por el aumento de la temperatura global y el cambio de régimenes de lluvias. Esto “incidirá en las variedades de uvas y estilos de vinos”, destaca un trabajo del Equipo Interdisciplinario para el Estudio de los Procesos Atomosféricos en el Cambio Global (Pepacg).
El clima es uno de los factores determinantes de la producción vitivinícola, ya que los viñedos necesitan un régimen de temperatura, insolación y lluvias muy determinando.
Previendo este escenario, un grupo de bodegas (Zuccardi, Zapta, Doña Paula, entre otras), junto a universidades y centros de investigacón, crearon el Foro Intersectorial Argentino por la Vitivinicultura Sustentable, que elabora estudios prospectivos y recomendaciones para el manejo de recursos hídricos y agroquímicos, en el marco de las nuevas economías bajas en carbono.

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