lunes, 11 de marzo de 2013


Las tres tormentas que amenazan el 42 por ciento que sueña el kirchnerismo

En el gobierno han definido que ese número es el nuevo talismán para recrear sus sueños. Módico, pero con la potencia de lo posible. La economía y las alianzas que empezaron a tejerse desde el centro a la izquierda y a la derecha, amenazan las esperanzas kirchneristas. Los nombres en juego.
Una luz roja se posó sobre el cuerpo de la Argentina y no se trata de los festivos reflectores del Bicentenario. El modelo pasó en los últimos años de necesitar un servis a la situación de destartalado a entrar en emergencia. Eso es lo que cantó el número que el Gobierno ocultó por casi dos meses: En 2012 por primera vez en 16 años el país tuvo déficit primario. Es decir que ni todas las asistencias del Banco Central, la Anses, Lotería y el Pami, alcanzaron para que la cuenta de gastos e ingresos no diera negativa. Esa es la primer y más preocupante de las tormentas que amenazan los planes kirchneristas. 
El kirchnerismo tal como lo concibió su creador fue una fuerza asociada al empuje de una caja que parecía inagotable y que tuvo al regreso de la obra pública como gran motor. Hoy aquella manguera de alta presión de los años felices fue reemplazada por pequeñas cápsulas de rápida absorción. Todo lo grande está paralizado: El soterramiento del Sarmiento, la mina mendocina de Vale, las represas de Santa Cruz, por ejemplo.
Esto se suma a las conocidas señales de agotamiento del modelo: alta inflación, desdoblamiento cambiario, cepo cambiario, caída de reservas, caída de la actividad, casi nula inversión privada, ausencia de crédito a tasas razonables, destrucción de la industria de la construcción y tantos otros ítems que confluyen en una tendencia bastante uniforme: siempre hacia abajo.
El gobierno sufre en su abordaje económico el síndrome del piano que cae. Es como ese hombre que observa caer un piano desde una altísima torre justo sobre la mesa en la que toma un apacible café. Primero lo ve en el piso cincuenta y no pasa nada, luego lo observa pasando el veinte y tampoco y así todo parece normal hasta que se estrella sobre su cabeza. La progresión es visible, pero como no se produce el estallido, lo que prevalece es la sensación de normalidad.
“Están enfilando con entusiasmo hacia el iceberg y festejan que van a tener cubitos”, razona un curtido operador de los inagotables pliegues de la economía argentina.
¿Cuándo ocurrirá? ¿Qué ocurrirá? Son preguntas que ofrecen un menú de respuestas que en pocos casos prevén una crisis grave antes de octubre. Pero en lo que casi no hay discusión es en la tendencia: ¿Se solucionó alguna de las inconsistencias de la economía o se están agravando?
La segunda tormenta
El consenso que hoy circula por el peronismo es que Cristina ha decidido replegarse sobre los propios para la pelea central: la provincia de Buenos Aires. Esto es, descartar una candidatura a diputado de Sergio Massa, disciplinar y reducir a su mínima expresión a Daniel Scioli y enfilar hacia octubre con Alicia Kirchner al tope de una boleta, que intentará definir de punta a punta.
El escenario más “positivo” que el gobierno ya empezó a filtrar por su red de medios son los 42 puntos a nivel nacional, que exigen un porcentaje similar o superior en la provincia. Buscan así preparar el terreno para mostrar ese número como un previsible “soft landing” desde el 54 por ciento que sacó Cristina cuando fue ella la candidata.
No es una misión imposible, sino casi una actitud realista de una fuerza que empieza reconocer su retroceso. Sin embargo, ese número que apenas alcanza para soñar con una reforma constitucional, tampoco será tarea fácil.
Es que por el lado de la centroderecha han empezado a alinearse algunos planetas, que si logran articularse podría morder una importante franja de votos al gobierno.
Mauricio Macri, José Manuel de la Sota, Roberto Lavagna, Francisco de Narváez, Carlos Verna, Miguel del Sel, Mario das Neves, Alfredo de Angeli, son algunos de los nombres que empiezan a cruzarse. Un armado que si se consolida podría garantizar triunfos en Capital, Córdoba y buenos resultados en provincia de Buenos Aires, La Pampa, Santa Fe, Chubut y Entre Ríos. Una foto que incluye sin estar presente a Scioli, representado por De Narváez.
Para que se entienda, lo que esa gente está hablando es del 2015, de garantizar en octubre un volumen electoral que evapore los sueños reeleccionistas del kirchnerismo y ofrezca un núcleo de peronismo “racional”, plataforma para ir construyendo una opción de gobierno.
Todo es demasiado preliminar, pesan los egos y pesará la habilidad el gobierno para comprar, dividir y asustar. Pero sobrevuela ese escenario un riesgo aún más acuciante para el kirchnerismo: Sergio Massa. Todas las encuestas le dan más de 40 puntos en la provincia, en cualquier escenario. Y por alguna razón que sólo Cristina conoce, en lugar de seducirlo para que sea su candidato, hasta ahora decidió hostigarlo.
En su lógica tan particular, el kirchnerismo entiende que uno de los dirigentes con más proyección de la Argentina, debería quedarse en su casa viendo la tele, mientras se desarrolla la pretemporada de la presidencial. Mientras los grandes toman posiciones, miden fuerzas y cierran alianzas para el 2015. Imagina la Casa Rosada que esta suerte de castración política debería ser aceptada sin mayor costo, “total es joven y tiene tiempo”.
¿Qué es lo que falta? Varias cosas, todas difíciles, todas posibles. Qué Macri y De Narváez razonen en términos políticos, dejen de lado las minucias personales, y sellen una alianza tan obvia que ya aburre explicar sus ventajas. Qué Gabriela Michetti entienda que una boleta porteña encabezada por Lavagna y ella no sólo la ayudará a levantar los 30 puntos que hoy mide, sino que además, reposiciona a su jefe en el tablero más amplio del peronismo crítico. Es decir, lo saca de ese callejón sin salida en que se ha transformado el PRO.
Michetti cree que es sólo otra maniobra para arrebatarle su lugar de heredera natural en la Ciudad, al evitarle a Horacio Rodríguez Larreta poner en valor su peso electoral, en una interna o en la general. Tiene algo de razón, pero otra vez –como en el rechazo de su pase a provincia- parece escapársele la foto grande.

La tercer tormenta
Desde la centroizquierda también se empiezan a acumular nubes. Los diálogos entre Pino Solanas, Lilita Carrió, Roy Cortina, Victoria Donda y radicales como Gil Lavedra o Rodolfo Terragno, son apenas el capítulo porteño de una alianza que si crece a nivel nacional, con Julio Cobos en Mendoza, Hermes Binner en Santa Fe y Ricardo Alfonsín y Margarita Stolbizer en Buenos Aires, podría morderle otra franja grande de votos al gobierno. Sería, además, otra opción de gobierno.
También pesan los egos y las mezquindades que el kirchnerismo hasta ahora ha demostrado saber aprovechar en beneficio propio con una maestría cercana al arte ¿Habrán aprendido del 2011? ¿O todo lo que se ve es apenas un escaparate para exhibir los productos y esperar que llegue el gran comprador?
Son incógnitas que vuelven a poner el problema del desequilibrio del sistema político argentino, donde quedó instalado hace demasiado años: La incapacidad de la oposición para articular una fuerza política consistente que ofrezca gobernabilidad y potencia electoral.

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