miércoles, 13 de marzo de 2013

"Los pequeños y medianos productores siguen desapareciendo"


Luego de cinco años el panorama es más preocupante. La concentración de la producción y el uso y tenencia de la tierra continúa profundizándose. Se pulveriza el tejido social rural y se despuebla el campo. El hilo se sigue cortando por lo más delgado.
A cinco años de desatado el conflicto agropecuario, lejos de su resolución, hoy nos encontramos con un panorama más que preocupante. En aquel momento advertíamos la irrupción de la figura del pequeño rentista, (exproductores que abandonaron la actividad y se dedican a arrendar sus tierras), y de cómo su situación era la antesala para desprenderse finalmente de la propiedad de su campo. Hoy ese proceso es totalmente constatable al observar, en distintos puntos de la provincia y el país, las parcelas en venta que signan la desaparición de miles de familias genuinamente rurales.
Este círculo vicioso confluye en algo que también señalábamos, la ruptura del tejido social rural; en tanto esa familia que primero abandona la producción para arrendar y luego vende su campo, difícilmente vuelva al sector productivo, dejando como subproducto el quiebre de su tradición familiar transmitida por generaciones y la despoblación de la ruralidad.
En este contexto, gran parte de aquellos pequeños y medianos productores se han convertido en contratistas de los pooles de siembra. De esta manera se avizora un trágico destino: si quienes se transformaron en rentistas ahora venden; quienes hoy son contratistas en poco tiempo quedarán fuera del circuito productivo por no poder actualizar su paquete tecnológico en tanto deben sujetarse a las tarifas, de escaso margen de ganancia, establecidas por los concentrados quienes, a su vez, se manejan cada vez más con sus propios equipos técnicos que rotan por el territorio nacional según las necesidades coyunturales.
El conflicto iniciado el 11 de marzo de 2008 por un problema específico del sector agropecuario, devino en un enfrentamiento que involucró a todo el país, empezando por las ciudades pequeñas y medianas del interior, a lo que luego se sumaron los grandes centros urbanos como las ciudades de Córdoba, Rosario y Buenos Aires. El debate por el aumento de las retenciones terminó siendo un estallido social por la disputa y la distribución de la riqueza generada principalmente en el sector primario de nuestra economía.
A escasos días de desatado el conflicto, rápidamente planteamos en el Congreso Nacional el primer proyecto de segmentación de retenciones, con la premisa de que la idea de "el campo" responde a una realidad compleja y heterogénea y que deben haber políticas diferenciadas según las escalas productivas para no "medir con la misma vara" a pequeños y grandes productores.
Nuestra propuesta consistió en segmentar los cinco productos más importantes del ámbito granario que son: soja, trigo, maíz, sorgo y girasol. En el caso de la soja, planteamos mil toneladas libres de retenciones ya que el 90% de los pequeños y medianos productores, (que producen el 37% de la oleaginosa), quedarían incluidos en ese segmento.
Entonces, a partir de ese nivel de tonelajes, producidos y comercializados en el año se empieza a pagar la retención vigente, de manera tal de que el productor que más produce y comercializa tiene que pagar más cantidad de retención que aquel que está dentro de esas mil Tn. A los grandes productores no les modifica la existencia, pero para los pequeños y medianos es la diferencia entre continuar en el circuito productivo o abandonarlo.
El interior de nuestro país necesita de los pequeños y medianos productores, como herramienta para revertir la concentración demográfica en las grandes urbes y la migración interna que produce el éxodo, principalmente de jóvenes, de los pueblos a las capitales provinciales y de allí a grandes ciudades del país. La economía de las localidades del interior, la posibilidad de multiplicar el valor de las utilidades agropecuarias en sus pequeños comercios e industrias y la trama social de sus poblaciones dependen de la supervivencia del productor trabajando su campo.
Es necesario implementar medidas que tiendan a proteger y reconstruir el tejido social rural. Hoy, el futuro del circuito productivo en el sector agropecuario está librado a las leyes del mercado. Los grupos concentrados avanzan en el uso y tenencia de la tierra y proponen una estructura productiva que, por su escala de costos, anula cualquier oportunidad de competitividad a los pequeños y medianos productores. Esto ocurre, además, en un contexto de aparentes buenos precios de los granos pero en el cual los insumos aumentan de precio según el dólar paralelo, mientras que la producción se vende al dólar oficial.
Hoy quieren hacernos creer que sólo se puede producir más carne, más leche y más granos con un puñado de megaempresas. Para los socialistas esa premisa no sólo es falsa, sino además nociva para el verdadero desarrollo nacional. Creemos que es posible producir más con mayor cantidad de productores y con sus familias diseminadas y arraigadas en todo el territorio nacional. Ejemplo de ello es el caso de Brasil que desde 2003 ha incorporado más de 350 mil pequeños y medianos al circuito productivo.
Evidentemente, la segmentación de las retenciones es una medida insuficiente para revertir el proceso descripto; entendemos que se debe avanzar con una batería de políticas específicas que generen condiciones necesarias para promover a los pequeños y medianos productores. Con esta convicción fue que impulsamos en el Congreso de la Nación, entre otros, proyectos como:
  • Ley de arrendamientos.
  • Ley para productores lecheros de hasta 3000 litros.
  • Ley de Agencia de Control y Arbitraje de Comercio e Industria Agroalimentaria (ACACIA).
  • Ley de jubilaciones rurales.
  • Ley de regulación de la actividad avícola.
  • Ley de promoción de la apicultura.
  • Ley de tratamiento de envases de agroquímicos.
El dilema del campo continúa vigente: En casi tres décadas de democracia han desaparecido más de 160.000 pequeños y medianos productores. Los sucesivos gobiernos no han sabido, no han podido o no han querido crear las condiciones necesarias para promover a este actor fundamental del sector agropecuario. El movimiento cooperativista corre riesgo de extinguirse al ver desaparecer gran cantidad de sus asociados, en tanto se nutre de productores locales de escala media o pequeña.
Si la década del 90, caracterizada por la baja rentabilidad, tuvo como epílogo la desaparición de más de 100.000 productores, los años que van del 2002 hasta la actualidad, signados por momentos de alta rentabilidad, permiten contabilizar unos 60.000 productores pequeños y medianos menos. Como siempre, el hilo se corta por lo más delgado.

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