viernes, 10 de mayo de 2013

CRECE EN LA UNIÓN EUROPEA EL DEBATE POR LOS TRANSGÉNICOS


En lo que va del nuevo milenio, los alimentos constituyen un tema central en la agenda de los gobiernos de todo el mundo; el desvelo de los mandatarios, altos organismos internacionales y conspicuos científicos gira en torno a tres ejes fundamentales: 1°) Como atender los requerimientos de la humanidad con ojos vista al 2050 (para lo que deberá incrementarse la producción en un 70%) 2°) El costo creciente de las materias primas 3°) Las tecnologías aplicables para alcanzar el objetivo.
En lo concerniente al primer punto no existen divergencias, al crecimiento demográfico se le suma con mayor impacto, la transformación cualitativa de los hábitos alimentarios en la región más populosa del planeta (China, India y las demás prosperas economías del Asia Pacífico). Aun cuando se discuta en torno a ello y existan disputa de intereses, la revalorización de los alimentos es consecuencia directa de la mayor demanda, por lo que será el propio mercado quien defina su cotización. En razón de ello es que el debate principal se libra en torno a la metodología.
En los últimos años la biotecnología es la gran protagonista del aumento de la producción operada, no obstante, los cultivos transgénicos son el epicentro de arduas disputas que se suceden en menor medida en el ámbito científico, y primordialmente en el terreno ambiental y político. Cabe señalar que cuando se produjo el advenimiento de los transgénicos, los científicos estaban muy divididos entre quienes suscribían a los organismos genéticamente modificados y, sus pares que se oponían sistemáticamente. Con el correr del tiempo, la corriente de aceptación fue ganando espacio gradualmente, llegando a estos días, donde la gran mayoría y los más calificados de los investigadores coinciden en los beneficios de la biotecnología; convencimiento alcanzado en función de resultados obtenidos, como así también de malos presagios no ocurridos.
Para Greenpeace y otras entidades ambientalistas de entusiastas adherentes la lucha continúa inalterable, aun cuando tras innumerables estudios rigurosos practicados desde finales del siglo pasado, (cuando comenzó la polémica sobre la producción de los Alimentos Genéticamente Manipulados) ninguno de ellos evidenciaron peligros para la salud humana y, tampoco de detectaron riesgos para el ecosistema.
La tenacidad y perseverancia de los ambientalistas, que a la luz de los resultados verificados podría calificarse de excesiva, si bien ha sembrado alarmas desmedidas, en la opinión pública, (pero a su vez comprensibles por la sensibilidad del tema) ha contribuido para que los análisis se hayan realizado con gran celo y severidad extrema, lo que a la postre está brindando más garantías de que esos productos son confiables.
También cabe decir, que por estos días el mundo está consumiendo muchos más alimentos con componentes transgénicos de lo que se supone: harinas y aceites de soja o de maíz, frutas, hortalizas, productos lácteos y hasta cerveza que se produce con levaduras modificadas genéticamente.
En el plano político las resistencias históricas se concentran mayoritariamente en la Unión Europea. La oposición se nutre de raíces históricas, diferencias de objetivos y sentido de oportunidad. Al respecto, cabe consignar que la ciencia aplicada de los transgénicos fue descubierta por una universidad europea y por una empresa americana simultáneamente. La empresa procuró ganar dinero, en tanto la universidad priorizó su utilización para la investigación. Cuando la compañía ya tenía el primer producto en el mercado, que fue el maíz, sus colegas europeas no estaban en condiciones de competir, consecuentemente con ello, consintieron que se cerraran las fronteras, de manera tal de lograr cierto proteccionismo.
La legislación europea contempla los procesos más estrictos del mundo para la aprobación de productos derivados de cultivos transgénicos. Previamente la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria, “EFSA”, efectúa una evaluación de riesgo científica implacable. Si está organización determina que el producto es tan seguro como su contraparte no-GM, recién ahí se pasa a debatir políticamente su aprobación final.
Esta etapa política, que involucra a los 27 Estados Miembros, es conducida por la Comisión Europea, debiendo atenerse a determinados plazos: cuenta hasta 3 meses para pedirle a los gobiernos comunitarios que voten, si el sufragio no expresa la mayoría, la Comisión tiene 2 meses más para solicitar una nueva votación. Todo ese proceso retrasa decisiones, que en muchas ocasiones exceden los tiempos prudenciales. Actualmente hay productos que hace más de dos años que aguardan ser homologados, pese a que EFSA los calificó como seguros para el consumo humano y animal.
Los obstáculos y demoras tienen también relación con la influencia que ejercen los países de mayor peso específico en el bloque, Alemania y sobre todo Francia, encabezan el núcleo de los países más reticentes a los OGM, el que integran además Austria, Hungría y Luxemburgo. Sobre el particular existen evidencias de interferencias sobre el accionar de la CE.
Últimamente el proceder cerrado de la UE está siendo cuestionado tanto por razones científicas como económicas. La comunidad no puede producir todo lo que necesita, por lo que se ve precisada a importar commodities por miles de millones de euros cada año, principalmente soja y maíz. Gran parte de estos alimentos provienen del continente americano y derivan de cultivares transgénicos.
Recientemente, Un grupo de investigadores de la Universidad de Lleida y del Instituto Catalán de Estudios Avanzados, advierten que Europa no será capaz de cumplir los objetivos marcados en materia de política agraria, si no aceptan la tecnología de los cultivos modificados genéticamente. Afirman que la UE no podrá satisfacer la creciente demanda de alimentos de una forma sostenible y, respetuosa con el medio ambiente, agregando que no será tampoco posible una economía competitiva, de no realizar un cambio legislativo que contemple los alimentos transgénicos.
Para los científicos de marras es prioritario modificar la política comunitaria sobre alimentos transgénicos; en tal sentido opinan también algunos de los estados miembros, tal es el caso de España, que abogan por una flexibilización de la normativa imperante. Los expertos hacen hincapié que Europa está ante un escenario económico catastrófico, poniendo énfasis en las desventajas emanadas de las normas comunitarias en comparación con las imperantes en los países exportadores. Aconsejando se adopten principios compatibles con la conjunción de las políticas agrícolas a los efectos de evitar el declive económico y, un mayor descenso en el estándar de vida en el viejo continente.
Coincidentemente con este manifiesto, se expresan investigadores del Reino Unido, donde en el último año se está llevando a cabo una política decididamente orientada a introducir los alimentos transgénicos, especulándose al respecto que el giro de la posición británica desemboque en bandera verde a corto plazo.
La crisis económica que afecta a gran parte del viejo continente, más su dependencia agroalimentaria, sumado a no registrarse en quince años complicaciones como las temidas, constituyen fundamentos cada vez más consistentes, para ir revirtiendo la intransigencia que durante quince años caracterizó a la UE.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.