lunes, 27 de mayo de 2013

Cristina y su gran desafío: tener que vencer ahora el “contra-relato” que ataca el mito de Néstor

Es “la madre de todas las batallas” para el Gobierno. La oposición eligió como estrategia la demolición del Kirchner de mármol que ella supo construir. Para analistas, buena parte del futuro político depende de quién se imponga en la pulseada por reescribir la biografía del ex presidente.
Para un gobierno que le asigna una importancia superlativa al dominio de la agenda programática y a la creación de un discurso hegemónico -eso que ha dado en llamarse “el relato”- pocas cosas son tan primordiales como la reescritura de la historia.
Así se trate de los tiempos de Juan Manuel de Rosas, de la dictadura militar en los ’70 o del pasado bien reciente de los primeros años kirchneristas, todo es pasible de ser pasado por un tamiz re-interpretativo.
En la teoría del “relato”, el pasado justifica el presente. Así, medidas gubernamentales como la expropiación de YPF o la reestatización del sistema jubilatorio necesitaron ser explicadas a partir de una reescritura de la historia.
Los problemas nunca fueron consecuencia de errores propios sino de la herencia maldita de políticas ajenas.
De la misma forma, las buenas noticias, como el crecimiento acelerado de la economía y la baja del desempleo comenzó, para los “relatores”, a partir del segundo semestre de 2003, ya con Néstor Kirchner en el poder, a pesar de que todos los indicadores marcan que la recuperación había comenzado un año antes.
Nace una estrella
En la construcción de ese discurso, siempre se define un panorama binario con buenos y malos -de acuerdo con las tesis de Ernesto Laclau, el filósofo preferido por Cristina Kirchner- que proclama que la polarización es positiva y que cada conquista social debe inexorablemente realizarse a expensas de otro sector.
“Para Cristina, gobernar es polarizar: es una dialéctica de extremos, de opuestos”, afirma el politólogo Enrique Zuleta Puceiro, quien destaca la capacidad del kirchnerismo por recuperarse de sus traspiés por la vía degenerar hechos de alto impacto que, además, descolocan a la oposición.
Es lógico, entonces, que la propia biografía de Néstor Kirchner haya pasado a ser una parte central en la elaboración de ese “relato”.
Desde su sorpresiva muerte hace dos años y medio, el Gobierno se ha abocado a la construcción de un mito, en el cual el ex presidente vivió librando batallas contra los enemigos del campo nacional y popular.
Líder carismático, peronista hasta la médula, paladín de los derechos humanos, opositor tenaz de las políticas neoliberales de los años 90, ideólogo de la unidad latinoamericana, defensor de la libertad de expresión contra el avance de los grandes multimedios…
Todo eso ha pasado a ser Kirchner para sus seguidores post-mortem. Poco importa que quienes lo conocieron de cerca en su carrera política como gobernador de Santa Cruz, y en su llegada a la presidencia, tengan un punto de vista totalmente divergente.
Entonces, son descartados o minimizados datos irrefutables del pasado, como el hecho de que haya compartido actos con mandos militares durante la guerra de Malvinas, o que haya sido el alumno preferido deDomingo Cavallo en los ‘90, o que haya mantenido un pacto con el grupo Clarín en los primeros años de su gestión.
La construcción del “mito de Néstor” ha sido uno de los principales logros de Cristina y su grupo de apoyo “La Cámpora”. Fue hecho sobre la base de un incansable trabajo cotidiano que no escatima recursos militantes ni financieros.
En el acto del décimo aniversario de su llegada al poder, una puesta en escena que costará unos $20 millones, habrá otro ensalsamiento hecho por Cristina y apoyado por la militancia, con el objetivo de apuntalar el mito.
Es el complemento para una saga que comenzó prácticamente el día de su funeral.
Marcos Novaro y Eduardo Levy Yeyati, autores del libro “Vamos por todo”, destacan la rapidez de reflejos del kirchnerismo para explotar políticamente el surgimiento del mito.
“El encargo de montar el velatorio que recibió sin pérdida de tiempo Javier Grossman, que conducía la Unidad Bicentenario, revela que en el Gobierno tuvieron ideas bien claras sobre lo que debía hacerse: se trataba de ‘crear el acontecimiento’”, señalan los analistas.
Prosiguen afirmando que ese funeral, para los propagandistas del Gobierno, implicó el mensaje de que significaba “un hecho fundacional y una consagración, más que un entierro”.
Y lo cierto es que así fue. Desde entonces, no ha parado de crecer la lista de lugares rebautizados con el nombre “Néstor Kirchner”.
Esto incluye plazas, calles, clubes, centros de estudios, estadios deportivos, parques industriales, locales dedependencias públicas y escuelas en todas las provincias del país.
Los dos torneos de fútbol de 2011, televisados gratuitamente por el canal público, llevaron su nombre. Y, por si una no alcanzara, hay dos películas destinadas al ensalzamiento del ex mandatario, con un apoyo de distribución en cines comerciales como raras veces se ve para filmes nacionales.
Y una de las obras públicas más ambiciosas que encara el Gobierno, una represa hidroeléctrica en Santa Cruz (será inaugurada en 2018, tras una inversión de unos u$S 4.500 millones) también será bautizada con el nombre del ex presidente.
En la gestión presidencial de Cristina, no pasa prácticamente un día sin que se mencione al fallecido ex mandatario.
A veces risueña al recordar anécdotas juveniles, otras veces emocionada y con la voz quebrada, no cesa de referirse a “él”, en cuyo nombre justifica el rumbo de su política.
Tanto que, el día de su reasunción, alteró la fórmula tradicional del juramento y dijo: “Si así no lo hiciere, queDios, la patria y él me lo demanden”.
La madre de todas las batallas K
Los analistas, tanto los críticos como los cercanos al Gobierno, suelen asignarle una importancia prioritaria a esta política comunicacional, como base de fortaleza política de Cristina.
Las encuestadoras habían cuantificado en 15 puntos el shock de imagen positiva recibido por la Presidenta en la campaña electoral de 2011, como causa de su reciente viudez y por la habilidad con la que supo crear una mística en torno a la figura del ex presidente.
hoy, en sentido inverso, los mismos encuestadores señalan que la imagen pública de la mandataria cayó abruptamente 10 puntos, como consecuencia de las denuncias periodísticas sobre corrupción que manchan la imagen de su esposo.
El propio Jorge Lanata, que hoy encarna al cuestionador de la leyenda de Kirchner, señalaba en ese momento la astucia política de la Presidenta: “Cristina necesitaba ese mito para gobernar. Néstor es una invención de Cristina, pero es una invención en proceso, que no está terminada”.
Esa es, justamente, la “madre de las batallas” que libran hoy los hacedores del relato. Ahora los ataques que más le duelen al Gobierno no tienen que ver con las críticas por la inflación o por la inseguridad ni las desavenencias con la Justicia.
A fin de cuentas, con toda esa carga de críticas logró el abrumador 54% de votos para su reelección.
Hoy, con el ruido de fondo de una situación económica menos amable, el blanco preferido para los misiles que lanza la oposición no es el equipo de funcionarios K, sino la “estatua” que Cristina construyó para Néstor.
Ese bombardeo tiene hoy su epicentro en el programa periodístico de Lanata, y sus repercusiones político-judiciales en las denuncias de la diputada Elisa Carrió.
“Todo esto se sabía, pero lo que hizo Lanata realmente invalorable fue poner el tema del ‘choreo’ en primer plano”, afirma Jorge Asís.
Este analista fue el que hizo punta con su denuncia en el escándalo de tráfico de influencias que envuelve al vicepresidente Amado Boudou y que, originalmente, había advertido la existencia de bóvedas con dinero en Santa Cruz.
“Se marcó popularmente la gravedad de la estafa que costaba reconocer. La persistencia exitosa del Gobierno,que hizo de la corrupción su máxima política de Estado”, agrega Asís.
En tono desafiante, Lanata pide al término de cada programa que la Presidenta desmienta sus acusaciones, pero hasta ahora apenas hubo respuestas elípticas por parte de funcionarios de segunda línea, y movidas “sutiles”, como el corrimiento del horario del Fútbol para Todos.
La evidencia marca que, contrariando lo que suele señalar Artemio López, el encuestador y analista más cercano al oficialismo, esta vez las acusaciones por corrupción sí están moviendo el amperímetro electoral.
López sostiene la tesis de que la agenda temática impuesta por los medios de comunicación que no comulgan con el oficialismo sólo apunta a exacerbar el malhumor de sectores de clase media de grandes ciudades, históricamente antiperonistas, que ya previamente se definían como opositores y que nunca habrían considerado la posibilidad de votar al kirchnerismo.
Entre la duda y el mecanismo de negación
Sin embargo, algo parece estar cambiando. Algunos vieron síntomas de ello en el último “cacerolazo” de abril.
Como Sergio Berensztein, de la consultora Poliarquía, quien destacó: “En las primeras manifestaciones predominaban las quejas por el tema inseguridad, luego se comenzó a escuchar el temor de un giro al estilo Venezuela y ahora se habla de la corrupción y el avasallamiento de la Justicia”.
De todas formas, este politólogo pone en duda que las denuncias que afectan la imagen de Néstor Kirchner puedan hacer mella en el “núcleo duro” de la militancia juvenil que hoy es soporte político de la Presidenta.
“En situaciones como éstas, suelen ponerse en marcha mecanismos de negación, por más pruebas que aparezcan. Siempre surgirá alguna respuesta para minimizar o denostar las denuncias, calificándolas como una operación de Clarín”, argumenta.
En todo caso, cree que si surge una erosión en la militancia vendrá desde el ala izquierda, representada por el grupo de intelectuales Carta Abierta, “pero será más difícil que cambie la opinión para los militantes de La Cámpora, que sienten que están haciendo una revolución”.
Será uno de los desafíos políticos más grandes para Cristina en los próximos meses: anular el “contra-relato”que pugna por escribir el lado oscuro de la biografía de Néstor Kirchner.
Esa donde en vez de un luchador social había un ambicioso abogado que no dudaba en ejecutar a los morosos hipotecarios; donde en lugar de un gobernador progresista había un autoritario que amordazaba a la prensa y avanzaba sobre la Justicia; donde en vez de un estadista había un manipulador de fondos públicosque recurría a testaferros.
No es una tarea fácil para la Presidenta, sobre todo cuando proliferan en el “prime time” televisivo los videos con Néstor extasiado ante las cajas fuertes.
Pero Cristina ha demostrado que la comunicación es una de sus mayores fortalezas políticas y que está dispuesta a dar esa batalla.
Es claro que entendió que allí, en el mito de su fallecido esposo, se juega buena parte del futuro político del país.

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