jueves, 2 de mayo de 2013


El suelo pampeano es menos sojero que el brasileño

“A diferencia de lo que sucede con la agricultura en el Hemisferio Norte, algunos de los problemas asociados al nitrógeno en América latina no tienen que ver con la contaminación generada en el suelo por el exceso de este nutriente, sino con la falta”, explicó Amy Austin,investigadora independiente del Conicet, profesora de la Cátedra de Ecología de la Facultad de Agronomía de la UBA (Fauba) y una de las autoras de la publicación, que fue elaborada por investigadores argentinos de Conicet, de Brasil, Venezuela y México.
Al respecto, señaló que en la Argentina y Brasil, que juntos producen el 40 por ciento de la soja en el mundo, se da un caso particular para el ciclo del nitrógeno, porque si bien el cultivo de soja tiene la capacidad de captar nitrógeno del aire mediante la fijación biológica, este proceso no llega a compensar las pérdidas generadas por la exportación de granos.
En la Argentina la caída del nutriente es mayor respecto de Brasil, ya que en la región pampeana la buena fertilidad de los suelos hace que no se estimule la fijación de nitrógeno”.
Los productores no agregan fertilizantes nitrogenados a la soja y, como consecuencia, se exporta más nitrógeno del que se fija. El resultado es deficitario y por eso estamos teniendo una fuga sustancial de nitrógeno en la mayoría de las zonas cultivadas con soja”, remarcó Austin.
Además de la pérdida del nutriente en el suelo, como consecuencia del monocultivo de soja, la agricultura tiene otro problema asociado al ciclo del nitrógeno. La expansión de la frontera agrícola hace que cada año se quemen unos 150.000 km2 de bosques en la región, generando una gran transferencia de nitrógeno a la atmósfera, que luego se vuelve a depositar en el suelo e impacta sobre los ecosistemas y la salud humana”, advirtió la especialista.
El trabajo publicado en Science también se centró en grandes ciudades de América latina y en poblaciones marginales donde no existen servicios de sanidad adecuados y las aguas residuales domésticas se liberan a los ríos sin ningún tratamiento, causando un fuerte impacto en la biodiversidad y la salud pública.
Aunque nuestra atmósfera es en un 80 por ciento nitrógeno, captarlo es un desafío para los seres vivos. Está presente en una forma inerte y debe ser convertido por bacterias a una forma asimilable para las plantas y los animales: amonio, nitrato o nitrógeno orgánico.
Según Austin desde hace veinte años que Estados Unidos y algunos países europeos, en particular Holanda, están preocupados por las posibles consecuencias de la agricultura intensiva y el uso de suplementos con nitrógeno ya que podría tener efectos sobre la población. Este exceso, aunque no llega a ser tóxico, contamina las aguas y las convierte en un ambiente propicio para el desarrollo de muchos patógenos.
En el otro extremo de los efectos se encuentra el continente africano que sufre una grave crisis de déficit de nitrógeno. Esto repercute en suelos poco fértiles que sumados a la falta de infraestructura se constituyen en un factor decisivo para la crisis alimentaria.
“En cambio, en América Latina no se trata de una situación de exceso ni es una crisis de falta. La idea de este trabajo fue llamar la atención para que estudiemos más de cerca este tema y sus posibles consecuencias a largo y mediano plazo”, aclara Austin. Y agrega que poner el ojo en el ciclo del nitrógeno, también implica observar otros aspectos relacionados.
El subcontinente latinoamericano reúne el 9 por ciento de la población mundial, con una baja densidad pero con una de las tasas de urbanización más alta del mundo, un 80 por ciento, según datos del estudio. Las megaciudades latinoamericanas y sus alrededores pueden ser también un factor contribuyente a una futura problemática del nitrógeno por la alta concentración de gente, que se suma a los problemas de los servicios de sanidad y tratamiento de aguas residuales.
“Al mismo tiempo, la región es un reservorio mundial de la biodiversidad con muchos lugares prístinos que son vulnerables al disturbio por la actividad humana”, agrega Austin.
En el caso de regiones productoras y exportadoras de materias primas y granos, para la investigadora es esencial tener en cuenta que el nitrógeno utilizado para suplementar los cultivos puede filtrarse del suelo hacia las aguas subterráneas. Austin explica que por eso es especialmente importante prestar atención al tratamiento de estos efluentes. Si las aguas cloacales no son tratadas en concordancia con el crecimiento de los núcleos urbanos, aumentan los riesgos para la salud.
“Como investigadores tenemos que tratar de prestar más atención a estas cuestiones que van a ser muy importantes en los próximos años en la región. Tenemos que integrar instituciones académicas, políticas y sociales para buscar soluciones sustentables e intentar mitigar el impacto humano sobre el ciclo de nitrógeno y problemas ambientales a una escala regional, porque las consecuencias de nuestras actividades no respetan fronteras”, concluye.

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