lunes, 27 de mayo de 2013

Maldición de commodities (soja incluida)

Muchos analistas insisten, una vez más, que el “superciclo” de los commodities ha llegado a su fin. Difícil saber si es así. No sería la primera vez que se equivocan. El ciclo alcista iniciado a fines del siglo pasado ha tenido varias fases y mostrado gran volatilidad. Si tomamos el índice global de precios de [...]
Muchos analistas insisten, una vez más, que el “superciclo” de los commodities ha llegado a su fin. Difícil saber si es así. No sería la primera vez que se equivocan. El ciclo alcista iniciado a fines del siglo pasado ha tenido varias fases y mostrado gran volatilidad. Si tomamos el índice global de precios de todos los commodities que elabora el FMI, el pico se alcanzó en junio de 2008. Como consecuencia de la crisis, hasta febrero del año siguiente el índice perdió casi la mitad de su valor. A partir de entonces se inició un nuevo ciclo que duró hasta abril de 2011, en el cual recuperó prácticamente toda la caída experimentada. Desde este nuevo pico, el índice volvió a caer, aunque en menor medida, y encontró un piso a mediados de 2012. Desde entonces hasta fin de abril de 2013 el índice subió casi un 5%, liderado por el precio del crudo. La evolución del índice esconde la variación de los distintos commodities. Mientras que a fin de abril el crudo estaba un 23% por debajo de los niveles alcanzados en 2008, la soja estaba un 2% por encima.
No debería sorprender que esta recuperación de los precios desde mediados de 2012 haya coincidido con renovados signos de dinamismo en la economía china (principal factor detrás del “superciclo”), que había experimentado una desaceleración del crecimiento desde fines de 2011. Aunque el FMI es relativamente optimista respecto de China pronostica caídas en los precios de la mayoría de los commodities en los próximos años, excepto para algunos metales de uso industrial (zinc, aluminio, cobre, plomo y níquel).
En cuanto a los commodities agrícolas (no tropicales), es útil tomar una perspectiva de más largo plazo. Un análisis estadístico publicado recientemente muestra que desde 1865 a 2010 experimentaron cuatro “superciclos” que duraron entre 30-40 años con picos en 1917, 1951, 1973 y 2011. A diferencia del petróleo y los metales, tanto el aumento de precio de los commodities agrícolas en la fase alcista y el promedio de cada ciclo fue decreciente (lo que confirma una tendencia secular declinante). La fase alcista actual lleva casi 13 años mientras que el promedio de los últimos tres “superciclos” fue de 14 años. Sin embargo, si el pasado sirve de guía, mientras siga creciendo la economía mundial (especialmente China y las economías emergentes de Asia) es probable que la actual fase alcista continúe (aunque con menor vigor).
Una cuestión importante a dilucidar es que impacto tienen estos “superciclos” sobre las economías ricas en recursos naturales, especialmente en el mundo en desarrollo. La evidencia empírica confirma la”maldición de los recursos naturales”que describe la situación en la que un país rico en recursos naturales despilfarra los recursos generados por el boom de commodities y termina en una situación peor que otros países más pobres en recursos. A este fenómeno se refirió el premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz en un artículo reciente. Según Stiglitz,los países ricos en recursos naturales “a menudo no siguen estrategias de crecimiento sostenible. No se dan cuenta que si ellos no reinvierten su riqueza proveniente de los recursos naturales en inversiones productivas por encima del suelo, en los hechos, se están empobreciendo cada vez más. La disfunción política exacerba el problema, ya que el conflicto sobre el acceso a las rentas provenientes de los recursos naturales da lugar a que surjan gobiernos corruptos y antidemocráticos”.
La amplia literatura sobre este tema se ha enfocado en países en desarrollo cuyas economías dependen de la explotación de recursos no renovables (hidrocarburos y minerales) y no en países como la Argentina que son más dependientes de las exportaciones agrícolas. Esto se explica por varias razones. Una de ellas es que en los países en desarrollo la explotación de los recursos no renovables está generalmente controlada directa o indirectamente por el Estado (mientras que la agricultura es una actividad privada) y por ende también los recursos que el boom genera. Otra es que la explotación de recursos no renovables históricamente ha generado una renta económica muy superior a la de la agricultura. También hay que considerar que a diferencia de los recursos no renovables, los commodities han mostrado una tendencia secular declinante (por lo menos hasta 1999). Todo esto significa que hay más países en desarrollo en la primera categoría que en la segunda (Argentina es una rara avis).
Según el economista James Robinson, profesor de la Universidad de Harvard, para determinar si un boom en el precio de los commodities es una bendición o una maldición hay que analizar los incentivos políticos del partido gobernante (en el caso de que exista una democracia). En un artículo publicado en 2006 junto con dos otros economistas plantea un modelo que incorpora esos incentivos. Aunque se enfoca en países que explotan recursos no renovables, sus conclusiones son bastante interesantes y aplicables a países como la Argentina. Según Robinson, los booms aumentan las ventajas de permanecer en el poder para el partido gobernante, que gracias al excedente de recursos que aquellos generan puede influir sobre los resultados electorales y generar distorsiones e ineficiencias en el resto de la economía (por ejemplo, aumento fuertemente el empleo en el sector público). La clave, según este análisis son las instituciones. Aquellos países con instituciones fuertes que ponen límites al clientelismo se benefician del aumento en el precio de los commodities (por ejemplo Chile), mientras que aquellos con instituciones débiles caen bajo la maldición. En esto también parece coincidir Stiglitz, quien propone algunos antídotos para curarla: establecer un tipo de cambio bajo, crear un fondo de estabilización, invertir cuidadosamente los ingresos provenientes de los recursos naturales, prohibir el endeudamiento excesivo y fomentar la transparencia de las cuentas públicas.

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