sábado, 4 de mayo de 2013


Reducción en el área triguera impacta en fertilidad de suelos, según informe de UBA

Daniel Miralles, docente de la Facultad de Agronomía de la casa de estudios, admitió que las expectativas de siembra para la nueva campaña de trigo, que está comenzando a realizarse en diferentes regiones del país, vuelven a ser bajistas.
Por ello, este ano la superficie destinada a este cereal no superaría las 4 millones de hectáreas, una cifra similar a la campaña anterior y muy inferior respecto de las 6,5 millones que se sembraron históricamente en la Argentina.
Miralles, profesor asociado de la cátedra de Cerealicultura de la Facultad de Agronomía de la UBA, advirtió sobre la falta de incentivos para revertir “la pobre superficie sembrada con trigo”, pese a que este ano existen “buenos contenidos de agua en el suelo para iniciar la siembra y una perspectiva hídrica favorable”.
Más allá de esto, el especialista reconoció que crecen las malezas resistentes y aumenta el uso de herbicidas con mayor toxicidad en los campos utilizados habitualmente para la siembra de trigo.
Los técnicos sostuvieron que un ano bastaría con un buen nivel de siembra y serviría para revertir la situación, con políticas adecuadas.
“El cepo a la comercialización a través de los cupos de exportación para el trigo argentino impuesto por el Estado, determina que el productor no pueda vender libremente a un precio internacional”, comentó Miralles.
Agregó que “los cupos a las exportaciones desalientan la siembra porque el agricultor se encuentra con una sensación de incertidumbre, debido a que no sabe si va a poder comercializar sus granos una vez que los coseche”.
El profesor de la UBA aseguró que “el productor argentino tiene mucha experiencia en trigo” y manifestó que “sólo falta una decisión política para que se vuelvan a introducir las gramíneas en la rotación”.
Según Miralles, la política comercial asociada al trigo, así como la baja en el área de siembra, genera consecuencias negativas desde los económico y ambiental.
“Estamos perdiendo mercados internacionales, principalmente Brasil, que era nuestro principal comprador”, dijo Miralles.
Aseguró además que “desde lo técnico, al salir las gramíneas del sistema agrícola (principalmente cereales invernales como el trigo y la cebada), se pierde el volumen de rastrojos en la rotación y el aporte del carbono que sostiene la fertilidad de los suelos
y el potencial de los cultivos”.
El investigador de la UBA advirtió que la caída en la siembra de gramíneas viene sucediendo desde 2006, provocando también un impacto negativo sobre los rendimientos del cultivo de soja y permitiendo la aparición de nuevas malezas, cuyo control se realizaba naturalmente con las gramíneas o con herbicidas de amplio espectro.

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