sábado, 25 de mayo de 2013

Una visión desenfocada para un balance incompleto


Es sencillo armar un Power Point que refleje los números de la "década ganada" en el sector agropecuario. Se pueden incluir gráficos con la evolución de la cosecha de soja o el precio de la tierra en la pampa húmeda. También se podría sumar la cantidad de superficie sembrada con los principales cultivos, el último récord de la producción de maíz o el crecimiento de la industria avícola. Eso sí, sería conveniente no agregar algunas cifras incómodas, como el incremento de los ingresos fiscales por los derechos de exportación a los productos agropecuarios, el comportamiento del stock ganadero o la tasa de crecimiento de la producción de carne vacuna. Se puede correr el riesgo de que el triunfo se parezca demasiado a un empate o, peor aún, a una derrota. Y no habría que contabilizar la cantidad de explotaciones agropecuarias que había al comienzo del período kirchnerista, que hoy celebra su décimo aniversario, y las que hay en la actualidad, porque directamente el Estado no se preocupa por conocerla con exactitud.
Es que el balance no es completo si se parte de la premisa que primero hay que fijar la idea de que se ganó una década y después tratar de acomodar la realidad a ese argumento. Y eso es lo que intentan hacer los funcionarios que festejan por anticipado.
¿Cuál es el punto de comparación que debiera tomarse para que el balance sea correcto? Si hay que festejar que no se rematen campos a productores endeudados como ocurrió a fines de la década del noventa entonces la alegría es bastante módica. Como dicen en el fútbol, está bien mantener el cero en el arco propio, pero hay equipo como para ganar por goleada.
Y es que el kirchnerismo no se ha caracterizado por la coherencia con la política agropecuaria. En su plataforma electoral de 2003, que difundía el hoy embajador en Venezuela, Carlos Cheppi, prometía reducir las retenciones en tanto la situación fiscal lo permitiera. Con el paso del tiempo, en cambio, las elevó periódicamente. Alentó la producción de biocombustibles con una ley específica en 2006 y seis años después destruyó el mercado con la suba de los derechos de exportación al biodiésel y la intervención a los precios. En 2007 fijó un sistema de compensaciones para evitar que el aumento de los precios internacionales afectara los valores de los alimentos en el mercado interno y cuatro años después lo anuló cuando descubrió, sin reconocerlo públicamente, que fue un esquema que alentó la corrupción. Además, eliminó las compensaciones cuando el salto de la inflación ya había borrado las diferencias entre los precios externos e internos. Hace tres años, también, elaboró un Plan Estratégico Agropecuario (PEA) que, entre otras metas, se proponía llegar a una cosecha de granos de 160 millones de toneladas. Nunca se explicó cómo se iba a lograr esa cifra. Hoy el PEA duerme en los cajones de los despachos oficiales y de las universidades. Más cerca en el tiempo, prometió una ley de seguro agrícola obligatorio que hoy es una mera expresión de deseos.
La lista podría extenderse, pero hay un denominador común de la década kirchnerista. Nunca entendió al campo como el sector económico con mayor cantidad de empresarios nacionales y de extensión en todo el territorio que está en condiciones de generar inversión, trabajo y desarrollo económico allí donde se asienta. En vez de tomarlo como aliado natural y protagonista central de las políticas públicas pasó de ignorarlo, en sus comienzos, hasta a enfrentarlo abiertamente cuando se opuso a una resolución que modificaba las retenciones al punto de transformar esa controversia, que era de raíz económica, en un conflicto político y social mayúsculo. En vez de darse cuenta que es el sector económico que está en condiciones de generar divisas por exportaciones con más velocidad que otros, lo acusa de especulador o evasor.
Esta visión desenfocada es la que no permite ver cuánto hay de mérito propio en los indicadores positivos y cuánto de mejora de las condiciones internacionales o de la dinámica de organización que tiene la agricultura.
La explosión de la demanda internacional por el crecimiento económico de los países en desarrollo, con el consiguiente aumento de los valores nominales de los precios de los granos, no es mérito de la "década ganada". El tren estaba en marcha y había que subirse a él en las mejores condiciones. En muchos casos, como en la producción de carnes, el pasajero se quedó en la estación y lo dejó pasar.
Lo llamativo es que los trenes siguen pasando y no hay una voluntad clara de subirse a ellos. Pese a que el Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA, en sus siglas en inglés) reportó en los últimos días un avance de la siembra del 28 al 71 por ciento en pocas jornadas hay quienes creen que Estados Unidos no llegará a producir 359 millones de toneladas como prevé el organismo norteamericano. "Les falta semilla", dicen en la industria semillera local. Además, China está aumentando sus compras de maíz y las plantas de etanol repuntaron en el consumo al punto de contar con los stocks más bajos de los últimos meses. La Argentina puede tener una gran oportunidad para el maíz en la campaña 2013/14.
Pese a las oportunidades, el malestar de los productores y ruralistas con el Gobierno no ha decaído. Por eso el martes próximo la Comisión de Enlace comenzarán con un plan de protesta que desembocará, si no hay diálogo, en un cese de comercialización de productos agropecuarios.

RESUMEN

  • 26,1
    Quintales por hectárea
    Es el rinde promedio nacional obtenido por la soja, según la Bolsa de Cereales de Bs. As.

LA FRASE

  • "El Gobierno debe darle apoyo al campo y hacerlo producir"
    Gerónimo Venegas
    Sec. Gral. de la UATRE
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