viernes, 10 de mayo de 2013


¿Y si directamente sacaban las retenciones?

Durante las últimas siete campañas, el Gobierno no se privó de utilizar todas las herramientas imaginables para desestimular la siembra del trigo.
El cierre de exportaciones, los registros para exportar (ROE) y las listas de productores son algunas de las trabas que convirtieron a la comercialización del trigoen un largo vía crucis.

 

En estos años el trigo dejó de ser una commoditie, producto que es posible liquidar en los mercados de un día para el otro, para convertirse en un speciality, al que los productores debían encontrar un operador a medida que les hiciera el favor de comprarles. Casi como si en lugar de trigo se vendiera nuez moscada.
A los chacareros les llegó a parecer anecdótico que los descuentos en el precio superaran, en algunos meses del año, el 40 por ciento. Al 23% que tributaban por retenciones se agregaban descuentos adicionales de más del 16% por el manejo discrecional de toda la operatoria. Buena parte de la aversión a sembrar trigo se explica por el malhumor que genera. “Estamos hartos de andar suplicando a los molinos para que nos compren”, era la queja habitual.
Vale aclarar que la campaña emprendida por el Gobierno no estaba dirigida contra una maleza o “yuyo”, sino contra un cereal tan básico como que de su harina se elabora el pan de cada día.
Como no podía ser de otra forma, se sembró cada vez menos. El año pasado, las 3,16 millones de hectáreas sembradas representaron la superficie más baja de los últimos 110 años. Entre muchas cosas, esto afectó las exportaciones a Brasil, el gran cliente de la Argentina que se vio obligado a importar trigo de Ucrania, y a la sustentabilidad y competitividad de todo el sistema productivo. Ya no estaban más las 6,5 millones de hectáreas de trigo que se sembraban históricamente para poder rotar con la soja, agudizando la pérdida de fertilidad, el crecimiento de las malezas resistentes y el uso de herbicidas.
El anuncio de crear un fideicomiso en el Banco Nación para fondearlo con el reintegro de las retenciones y con eso incentivar la siembra del cereal desmiente la existencia de un plan de exterminio para el cultivo. Por lo visto, no había intencionalidad alguna, sino que respondía a la simple impericia.
El Gobierno puso un freno a la caída de la superficie de siembra. Pero hay interrogantes sobre la efectividad de la medida. No tiene la contundencia de una baja de las retenciones, medida que no se toma por no dar el brazo a torcer o porque el Gobierno sigue creyendo la falacia de la “mesa de los argentinos”. Se necesitan 30 centavos de trigo para elaborar una docena de medialunas de 30 pesos. ¿Cuál puede ser el impacto de sacar las retenciones?
A quienes han llegado al estado de “ver para creer” se les ha formulado una nueva promesa. Y para creer en promesas se debe tener confianza. ¿La tendrán los chacareros?

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