lunes, 22 de julio de 2013

Argentina no es un país agrícola


El título de esta columna podrá sorprendido a más de uno, aunque si nos remitimos a la historia de nuestro país veremos que es así. En estos días presenciamos un fuerte enfrentamiento entre los productores agrícolas y la Secretaría de Comercio Interior por la escasez de trigo o la falta de estos granos para su [...]
El título de esta columna podrá sorprendido a más de uno, aunque si nos remitimos a la historia de nuestro país veremos que es así. En estos días presenciamos un fuerte enfrentamiento entre los productores agrícolas y la Secretaría de Comercio Interior por la escasez de trigo o la falta de estos granos para su comercialización. El mito popular es que el campo argentino se basa casi exclusivamente en las bondades naturales del suelo argentino. Hemos escuchado más de una vez que en nuestra tierra se tiran granos y crecen fácilmente. En alguna oportunidad se ha llegado a hablar de la soja como un yuyo que crece solo. Pero la realidad dista mucho de estos mitos populares.
La Argentina no es un país agrícola, sino que se ha convertido en un país agrícola gracias a la visión de los dirigentes políticos de mediados del siglo XIX. Es más, si nos remitimos a los tiempos de la colonia, ya Manuel Belgrano desde su posición de Secretario del Consulado de Buenos Aires trató de impulsar, aunque sin éxito, la explotación agrícola que además de generar hábitos de trabajo más fecundos, también permitiría un mejor aprovechamiento de la tierra. Lamentablemente, en aquella época no estaban dadas las condiciones para impulsar la agricultura ya que entre otras cosas no había población suficiente ni en número ni en experiencia para sembrar y cosechar los granos. Así las cosas, el país siguió concentrándose durante los siguientes cincuenta años en la ganadería; primero cueros, luego carne salada y finalmente lana.
Habría que esperar a la organización nacional después de la sanción de la Constitución de 1853 para que el proyecto de transformar a la Argentina en una potencia agrícola se pusiera en marcha. Esta reconversión no se hizo de un día para el otro ni se dio por casualidad. Fue una decisión política de apoyar e impulsar la transformación. Mitre, Sarmiento y Avellaneda fueron los grandes impulsores de una política que continuaría hasta los primeros años de la década de 1940. Para ello se debió fomentar la llegada de inmigrantes, el sistema de colonias agrícolas, así como el desarrollo del ferrocarril y los puertos. Estas medidas ayudaron a que Argentina se convirtiera en un país agrícola, ya que a mediados de la década de 1870 todavía se importaban trigo y harinas para abastecer el mercado local. Los efectos de los cambios comenzarían a verse diez años después de esa fecha cuando se logra el autoabastecimiento interno. La cantidad de hectáreas sembradas con trigo pasó de 114.522 en 1875 a 815.438 en 1888. Esta evolución está directamente relacionada con la llegada de inmigrantes, quienes se convertirían en la principal mano de obra en el sector agrícola, junto con la fundación de colonias en las provincias de Santa Fe, Entre Ríos y Córdoba. La cantidad de colonias fundadas entre 1871 y 1875 fue de 26, mientras que entre 1886 y 1890 llegan a crearse 239. A su vez, en aquellos años, de acuerdo a los Censos nacionales, la población pasó de 1.737.076 en 1869 a 3.954.911 habitantes en 1895.
Todos estos cambios permitieron que la Argentina se convirtiera en una de las primeras potencias agrícolas hacia comienzos del siglo XX. Acumulando entre 1891 y 1921 una espectacular tasa de crecimiento tanto en trigo como en maíz. En 1891 se produjeron 875.000 toneladas de trigo, mientras que para 1921 la cifra alcanzaba los 5.199.000, dando un crecimiento del 494,2%. En cuanto al maíz la producción de 1891 fue de 120.000 toneladas y llegando en 1921 a los 4.475.000, lo que arroja un incremento del 3.629,2%. Fue en esa época que la Argentina se convirtió en el “granero del mundo”. Hubo detrás de ello una decisión política de aprovechar las riquezas naturales y las ventajas comparativas del sector, pero también hubo mucho trabajo de los productores y los trabajadores del sector que alentados por los amplios márgenes de ganancia decidieron innovar e invertir para lograr el máximo de la tierra. No alcanza con decir que la tierra es fértil y el clima benigno para que los granos crezcan hace falta que quienes trabajan en el sector encuentren libertad para emprender, arriesgar y poder disponer libremente del fruto de su trabajo sin interferencias externas. Cuando estas condiciones estuvieron presentes el campo argentino produjo una reconversión espectacular hacia la agricultura que lo posicionó entre una de las potencias a nivel mundial en el sector, siendo el que mayor cantidad de recursos recibió desde el exterior a lo largo de toda la historia económica del país.
Por Alejandro Gómez
*Profesor de Historia-Universidad del CEMA

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