viernes, 9 de agosto de 2013

Ahora, lo que faltaba: cae la soja

La merma de la soja de los últimos días en los mercados internacional encendió luces amarillas, que podrían transformarse en rojas. El precio de la oleaginosa cayó de los 490 dólares la tonelada y los contratos a futuro muestran hacia fin de año una pérdida adicional, ante la buena campaña de los Estados Unidos y [...]
La merma de la soja de los últimos días en los mercados internacional encendió luces amarillas, que podrían transformarse en rojas. El precio de la oleaginosa cayó de los 490 dólares la tonelada y los contratos a futuro muestran hacia fin de año una pérdida adicional, ante la buena campaña de los Estados Unidos y la perspectiva que esta situación se repite en Brasil y la Argentina para el 2014.
Hoy, más que nunca en los últimos años, la economía depende del “yuyo”, como en algún momento lo denominó despectivamente la presidenta Cristina Kirchner.
La muy buena campaña de este año le agrega cerca de 1,5 puntos de crecimiento al PBI, recuperando además la magra cosecha del 2012, cuando el efecto de la sequía se sintió a pleno.
Un dato de la consultora Empiria refleja claramente el efecto de los precios excepcionales que mostró la soja este año: si en 2012 y 2013 las cotizaciones internacionales del complejo sojero hubieran sido iguales al promedio 2003-2012, el superávit comercial habría sido inferior en unos u$s 6.800 millones, con la consecuente caída de reservas. Y el resultado de la cuenta corriente habría pasado de prácticamente neutro a negativo en una magnitud del 1,5 por ciento del PBI.
En promedio, se pierden unos u$s 1.000 millones de divisas y u$s 325 millones en caída de recaudación por cada 25 dólares de caída en la cotización. Y las cifras de pérdidas son similares por cada 2,5 millones de merma en la producción. Pero hay un punto de vista adicional para tener en cuenta. Con retenciones al 35 por ciento y costos crecientes, la caída de los precios podría afectar seriamente a los productores, que hoy ya tienen márgenes estrechos o en algunos casos inexistentes.
Indudablemente, una caída del valor de la soja para la cosecha del año próximo no puede descartarse en absoluto, aún cuando la demanda china sigue firme. La cuestión es que con dos años consecutivos de oferta creciente, la lógica indica que los valores deberían tender a ajustar desde niveles máximos, aunque no se trate de un ajuste dramático.
Puesto en otros términos, lo mismo que ayudó a impulsar la actividad económica este año, podría jugar en contra el próximo, si es que los precios no se sostienen en valores cercanos a los máximos que se registraron durante el 2013.
No se trata simplemente de evaluar si el PBI puede verse afectado en un punto más o un punto menos. La situación es, en realidad, mucho más dramática. La Argentina tiene por delante un complejísimo escenario relacionado a la restricción externa, es decir la falta de dólares. El campo y específicamente el complejo sojero es el principal generador de divisas que tiene el país.
Una posible debilidad del sector exportador agregaría un fuerte escollo al principal problema que hoy presenta la economía y que originó hace ya dos años el cepo cambiario.
Claro que el cepo arrancó en octubre de 2011, cuando las reservas todavía se ubicaban por encima de los 45.000 millones de dólares. Hoy quedan 37.000 millones y la tendencia es más que preocupante.
Según distintas estimaciones, el año terminaría con un niveles de 35.000 millones, pero la perspectiva es que la caída del 2014 se ubique en alrededor de otros 9.000 millones de dólares, cifra que también se repetiría en el 2015. Todo es fruto de una salida de capitales que no mermó del todo a pesar de las restricciones, los pagos de deuda que hay por delante y de las divisas que se van por turismo.
Si el escenario es de menores exportaciones por una disminución en los valores de la soja, entonces al gobierno no le quedarán muchas opciones. Básicamente, se buscará apretar todavía más el cepo. Sufrirán las importaciones, que ya este año estuvieron muy controladas salvo por la energía, pero también es posible que se vaya más a fondo con las prohibiciones y trabas para acceder a divisas para turismo.
Hoy todavía se puede viajar al exterior y pagar todo al tipo de cambio oficial más un 20 por ciento. Difícilmente este esquema pueda mantenerse después de las elecciones legislativas.
Cristina Kirchner esperó hasta ganar las elecciones de octubre de 2011 para poner el cepo.
En aquel momento tenía el 54 por ciento de los votos y un margen muy amplio para tomar otro tipo de decisiones, como sincerar el tipo de cambio o dar algunas señales para atraer dólares genuinos. Optó por la salida más drástica. Nada hace suponer que cambie de postura luego de una elección en la que seguramente el oficialismo perderá un importante caudal de votos. Ni hablar de un margen de maniobra hoy prácticamente inexistente y que amenaza con directamente desaparecer.
Sobre llovido, mojado. Si a las divisas que se van por el pago de deuda, por turismo o directamente por fuga se adiciona que el ingreso de dólares también podría caer si la soja no logra sostener sus precios, el panorama para los últimos dos años de gestión kirchnerista podrían complicarse mucho más de lo que hoy consideran las empresas o los economistas. El nuevo salto del dólar, que el gobierno había bajado en junio a $ 8 hasta $ 8,85 no hace más que reflejar este clima de nerviosismo, que llegó para quedarse.

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