lunes, 5 de agosto de 2013

En Chile hay un repunte de la miel

Tras una importante caída en 2012, por la incertidumbre generada en Europa por el fallo que obliga a etiquetar cuando el polen proviene de los OGM, el 2013 viene creciendo con fuerza tanto en volumen como en valor. Aun así, Chile tiene desafíos importantes, como agregar valor, profesionalización y aumentar la trazabilidad.
Para la apicultura chilena, el 2012 no fue un buen año. Y la culpa fue de Europa y de los Organismos Genéticamente Modificados, OGM. Todo porque en 2011, una demanda de un agricultor alemán contra el estado de Baviera, llevó al Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TUE) a decretar que las mieles que tuvieran como ingrediente polen de organismos genéticamente modificados debían, primero, comprobar si procedían de eventos transgénicos autorizados en la UE; de ser así y si tenían más de 0,9% de polen, tenían que etiquetar indicándolo.
No significó ni prohibición de ingreso ni el cierre del mercado -con excepción para aquellos que tuvieran polen de MON 810-, pero sí generó una gran incertidumbre a nivel de todo el mercado mielero, lo que implicó que mucha miel que iba a la UE se derivara a Estados Unidos, a pesar de que los precios son más bajos.
La situación golpeó fuerte a Chile, al menos en ingresos. El tema es que la miel chilena tiene como principal mercado a Europa, donde es reconocida por su alta calidad.
“De hecho, en la última Apimondia hace dos años, como Consorcio teníamos un stand al que llegaba mucho comprador europeo en busca de contactos con proveedores. Se le reconoce un sabor y aroma muy buenos, además de una alta inocuidad. Por ejemplo, no se le encuentran residuos de antibióticos. En general, cualquier exportación de miel pasa por una ronda de análisis donde se verifica que esté limpia y ahí queda claro que la miel chilena es muy pura, que no se le agrega nada que pueda cambiar su condición”, explica Paulina Cáceres, gerente del Consorcio Apícola.
Por lo mismo la miel chilena es incluso utilizada como mejoradora de otras.
“Es bastante común que la miel chilena que llega a Alemania se utilice para enriquecer mezclas de miel. Porque tienen características de color y sabor que son demandadas”, dice Daniel Barrera, especialista apícola de Odepa.
Europa, además, al exigir mayor calidad también tiene precios más atractivos, por lo que por años ha sido el mercado privilegiado por los chilenos. Sin embargo, el año pasado ante el mayor riesgo de rechazos, muchos exportadores optaron por dejar de lado Alemania -y otros mercados europeos- y mandar sus mieles a Estados Unidos, mercado que antiguamente había sido atractivo, pero que paga menos por lo que había disminuido en importancia para los exportadores nacionales. Ello significó que mientras la participación de Alemania en las exportaciones chilenas pasó de 80% a 40,5%, en 2012, los envíos a Estados Unidos aumentaron 40 veces respecto de la temporada anterior, según Odepa.
Al final, 2012 concluyó con exportaciones que, según datos del organismo, fueron 11,7% mayores en volumen, pero 9,1% menores en valor respecto de 2011, por un descenso de los precios desde US$ 3,7 por kilo a cerca de US$ 3. A pesar de ello, según el último informe de Odepa, la exportación de miel superó incluso a las de carne bovina.
Un 2013 más dulce
A pesar de que las condiciones en Europa, al menos hasta la semana pasada, no han tenido cambios y sigue vigente el fallo que ordena etiquetar, el mercado parece haberse vuelto más dulce para la miel.
“Este primer semestre las exportaciones han tenido una fuerte recuperación, superando en parte los efectos comerciales del fallo dictado en la Unión Europea en 2011, que catalogó al polen como un ingrediente y que eventualmente establecería requisitos de comercialización a toda la miel, tanto doméstica como importada”, comenta Daniel Barrera.
De hecho, de acuerdo con los datos de Odepa los envíos a Alemania crecieron en 39,4% en volumen y 43,9% entre enero y junio de este año, respecto del mismo período de la temporada anterior. Esto ha significado que Estados Unidos volvió a perder fuerza, cayendo 55,4% en volumen y 49,4% en valor.
Según Barrera, el cambio que se ha producido en la Alemania, Francia y otros países europeos sería el resultado de negociaciones y gestiones de varios países exportadores ante la autoridad sanitaria de la UE, sumado a la definición de condiciones de compra entre los importadores europeos y las exportadoras nacionales. “Dentro de estas acciones, en el caso de Chile destacaron un mayor control y verificación de la trazabilidad de proveedores y la ejecución de los análisis de presencia de polen OGM en los laboratorios determinados por los compradores internacionales”, explica el experto.
Los datos de Odepa indican que en estos primeros seis meses ya ha habido un aumento de 17,4% en volumen y 27,8% en valor con respecto a la misma fecha en 2012, con un precio unitario de US$ 3,24 por kilo, 26 centavos más que en el año anterior.
En esto, además de la recuperación de las compras por parte de Alemania, también incide la de Francia, que se convirtió en el segundo comprador de la miel nacional, con una participación de 20,1% y precios de US$ 3,17 por kilo.
Mala cosecha
Así las cosas, el mercado internacional está auspicioso. Sin embargo, a nivel de la producción, no todo es tan positivo.
Hasta ahora parte de las exportaciones de este primer semestre han sido abastecidas por el stock que quedó del año pasado, comenta Barrera.
Sin embargo, los problemas vienen en la cosecha, la que esta temporada no ha sido tan positiva.
Si bien los resultados varían mucho según la zona del país de la que se trate, lo que sí se ha percibido es que, producto del cambio climático y la sequía que ha afectado a buena parte del país, muchas de las especies tuvieron floraciones menores, lo que implicó que las abejas no encontraron la cantidad de néctar que esperaban, lo que implica baja productiva y también impacta en la salud de las colmenas. Por ejemplo, el quillay y el ulmo tuvieron floraciones muy cortas o escasas.
“La cosecha estuvo de regular a mala, por el tema sanitario; es decir, por enfermedades y los efectos del cambio climático que alteran los regímenes pluviométricos y, así, los flujos de néctar y floraciones. Como las condiciones climáticas de un valle a otro cambian mucho, y también la floración, incluso a nivel longitudinal, hay mucha variación en los resultados. Aquí hay un tema de manejo. Los apicultores no están acostumbrados a mover las colmenas, hacen una apuesta por un lugar y eso no puede ser bueno, lo que termina afectando los resultados”, enfatiza Barrera.
De todas formas esto podría resultar positivo a nivel de precios. Quizá ello sea lo que está determinando una leve alza en el valor pagado por kilo, que este año está en rangos de $1.150 a $1.280, según lo registrado por Odepa en su último informe.
Los desafíos de Chile
Pero por muy positivo que esté el mercado global, con un mercado global que no detiene su crecimiento y que ni siquiera se ve golpeado por las crisis internacionales, sumado a un producto de alta calidad, Chile tiene desafíos para mejorar sus resultados, especialmente considerando que el de la miel es un rubro principalmente de pequeños productores.
Uno de los peros que más se mencionan es que en el país prácticamente no existe costumbre de utilizar la miel, lo que lleva a que casi toda la producción se exporte. Tan claro es esto, que mientras el consumo en países como Nueva Zelandia llega a los dos kilos per cápita al año, en Chile está alrededor de los 120 gramos.
“Si bien el consumo doméstico se ha ido incrementando, no hay cifras, aunque está claro que sigue siendo bajo. Entonces, estimular el mercado interno es muy importante. Si se llegara a un consumo cercano al medio kilo, cambia la situación para el productor, pues para la exportación se tienen que cumplir restricciones, pero va en tambores donde pierde completamente la identidad”, plantea Barrera.
Ahí surge un segundo elemento al que apuntan todos los especialistas: se requiere invertir en diferenciación. Si bien la miel chilena tiene un estándar altamente apreciado a nivel internacional, la apuesta es a sumar valor. Hasta ahora, la gran mayoría de la miel nacional se exporta a granel; es decir, los apicultores la cosechan, la entregan al exportador quien la homogeniza, mezclándola, y luego la envasa en tambores que es lo que reciben los compradores. Y ahí es donde Chile pierde la identidad.
Sólo en los últimos años ha habido algunos avances en exportación de miel diferenciada, principalmente por ser orgánica o de comercio justo, más que por las especies que le dan origen y donde Chile tendría un inmenso potencial, según Fancy Rojas, directora del Centro para el Emprendimiento Apícola de la facultad de Ciencias SilvoAgropecuarias de la Universidad Mayor, pues “un porcentaje bastante alto, cerca del 80%, de las mieles proviene de recursos melíferos de bosque nativo y allí radica la riqueza de las mieles. La caracterización que se ha realizado de algunas mieles ha dado excelentes resultados acerca de las propiedades antioxidantes y ciactrizantes”.
Por lo mismo una forma para que la miel chilena gane valor es “mediante su diferenciación por origen floral (depende de la flor de donde haya recolectado el néctar la abeja), ya que el bosque nativo de Chile genera una variedad de cotizadas mieles como la de Ulmo, Quillay, Tiaca, Tebo, entre otras. Por otra parte, investigando las propiedades nutracéuticas que puedan poseer las mieles, lo cual también depende de su origen floral”, comenta la especialista.
En el último tiempo surgen iniciativas que buscan generar nuevos productos a partir de la identificación de compuestos medicinales (ver pág. A18-19); sin embargo, todavía hay mucho camino por recorrer en este sentido.
“Falta generar una estrategia nacional que promueva la caracterización de las propiedades de las mieles”, insiste Fancy Rojas.
Dado que la miel es un producto de consumo directo, que usualmente no tiene más proceso que el centrifugado para extraer restos de cera, es clave trabajarla con altos estándares de inocuidad.
“Se viene trabajando muy fuerte y precisamente por ello se ha conseguido el reconocimiento que tiene actualmente. Sin embargo, es un tema que no se puede descuidar. Por ello es tan importante que se trabaje muy bien el tema de trazabilidad y de qué productos se utilizan, por ejemplo para mantener la sanidad de la colmena. No se puede arriesgar lo trabajado”, insiste Barrera.
Uno de los desafíos es aumentar el consumo interno. Mientras en Nueva Zelandia se llega a dos kilos per cápita al año, en Chile es del orden de los 120 gramos. Si se llegase a medio kilo significaría una mayor seguridad para los productores.
 ¿Qué pasa con la UE?Dado que el polen, aunque provenga de un cultivo modificado genéticamente, no es transgénico, ya que no transmite material genético, el dictamen de 2011 lo catalogó como un ingrediente que podía provenir de un transgénico.
El problema es que a nivel internacional no existe una métrica o estándar armonizado para determinar la cantidad de polen. Ello significa que, según dónde y con quién se realicen los testeos, los resultados varían.
Actualmente, los apicultores del mundo presentaron una solicitud a la UE para que se considere al polen como un componente de la miel, ya que no se le adiciona, sino que es parte de ella. De hecho, insisten en que prácticamente no existe miel que no contenga algún mínimo de polen, aunque siempre son cantidades muy menores.
“Esto permitiría no tener que realizar el etiquetado, ya que es una parte integral de la miel. Sólo habría que testear para determinar si ese polen proviene de un evento transgénico autorizado o no en Europa”, comenta.Quién es quiénDesde el año 2000 que la miel comenzó a ganar cada vez más importancia, lo que ha venido empujando el alza de su valor a nivel global. Así, según plantea Daniel Barrera, entre 2001 y 2011, el volumen registró un aumento agregado de 32%; en cambio, el valor registró un crecimiento de 255%. Según el experto, detrás de esto hubo eventos sanitarios y paraarancelarios.
“Sin embargo, a partir de 2007 el aumento se ha vuelto sostenido y marcadamente estable en el tiempo, casi invulnerable a las crisis económicas acaecidas en este lapso, rompiendo la tendencia histórica de precios entre US$ 1 y 1,5 por kilo, hasta situarse en valores unitarios por sobre US$ 3 por kilo”, plantea.
En 2012, a pesar de lo ocurrido en Alemania con el etiquetado de OGM, las exportaciones globales aumentaron 3,5% en 2012, por más de US$ 1.716 millones.
Sin embargo, la situación llevó a que Estados Unidos consolidara su posición como el principal comprador del mundo, seguido por Alemania, Reino Unido, Japón y Francia.El sector necesita leyFrancisco Rey, productor y exportador de abejas reina (ver reportaje). sostiene que en el país es urgente que exista una ley apícola para contar con un marco regulador que obligue a llevar un registro oficial de los criaderos, lo que permitiría identificar los cajones con algún distintivo que permita mejorar la trazabilidad y evitar robos.
También debiera incluir normas de “convivencia”, para evitar cruzamientos entre abejas que puedan perjudicar a algún productor.
“Se tienen que definir las distancias entre los criaderos. Si crío pastores alemanes y se instala alguien con quiltros al lado, después pueden cruzarse con mis pastores alemanes. La reina es fecundada en el aire, entonces necesitamos ese tipo de regulaciones para el sector apícola”, insiste.
Asimismo, sería bueno que se considere a las abejas dentro de la ley de abigeato, ya que cuando se roban las colmenas, no se considera como robo de animales.
“Yo tengo mis abejas, vienen y me las roban, y lo único que me dicen es ‘qué pena que se las robaron’. Hicieron una ley más dura de abigeato y el robo bajó, pero nosotros hemos sufrido robos de abejas por muchos años y no pasó nada”, enfatiza.
URGENTE: MEJORAR LA iNFORMACIÓN
La falta de información es uno de los principales problemas que afecta al sector. Ello significa no solo que no se sabe cuántas abejas existen o donde están, sino que tampoco hay antecedentes sobre la aparición, prevalencia y extensión de las enfermedades, por ejemplo. Tampoco existen antecedentes sobre la resistencia de los agentes que provocan enfermedades a los ingredientes activos autorizados en el país.
El profesor de la UACh, Miguel Neira, también resalta la necesidad de contar con un programa de trazabilidad para la cera que incorpore un registro nacional de productores, procesadores, estampadores y comercializadores, pues ello permitira una apicultura limpia.

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