viernes, 2 de agosto de 2013

Preguntas y respuestas sobre la calidad del trigo

Semillas. La genética mejicana o la francesa, sólo una parte de la solución.
Mucho se ha hablado sobre la importancia de segregar la producción triguera con el objeto de satisfacer los distintos mercados de esta commodity. Que el de la calidad es un tema pendiente, tampoco es una novedad. 
La expresión final de la calidad se debe en partes iguales a los genes y al ambiente donde estos se expresan. Cuando nos alejamos de la zona núcleo, los ambientes marginales del cultivo suelen brindar una mejor calidad granaria.
A diferencia de lo que se suele afirmar, la brecha cualitativa de nuestros trigos respecto del de los otros países exportadores que segregan su producción, también es de índole genética.
 
La cantidad de proteínas no necesariamente está asociada a su calidad. Así, un trigo con un buen porcentaje de proteínas puede no llegar a tener fuerza panadera. Del mismo modo, un valor de porcentaje de gluten alto puede no corresponderse con un buen volumen de pan; ni qué decir con parámetros alveográficos aceptables.
Buscar chivos expiatorios en la genética mejicana introducida en 1976 o en la genética francesa en 2000 no resuelve ni ayuda a rectificar el rumbo en cuanto a la calidad de la producción triguera nacional.
En los últimos tres quinquenios, la proporción de cultivares de trigo Grado 1 inscriptos en el Inase ha ido de mayor a menor, como de menor a mayor en el caso de los trigos Grado 3.
Si bien el concepto moderno de calidad industrial no está necesariamente asociado a la fortaleza o carácter corrector (léase Grado 1), cabría preguntarse el por qué de la bonificación del 1,5 por ciento en el caso de los trigos Grado 1 y la rebaja del uno por ciento para el caso de los trigos Grado 3.
Seguir llorando sobre la leche derramada es inconducente. En los bancos de germoplasma nacionales está la respuesta a nuestra problemática. Eso sí, el objetivo de mejorar la calidad genética de nuestros trigos debe trascender los vaivenes propios de quienes no ven más allá de sus 30 años de aportes jubilatorios. La sistematicidad en los programas de mejoramiento inexorablemente conducen a que la cantidad y la calidad terminen yendo de la mano.
El autor es ingeniero agrónomo, profesor de la Facultad de Ciencias Agropecuarias de la UNC

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